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Hay miradas que no se olvidan

Esa mirada que no entiende de género, de clase social, de nivel educativo. Es una mirada intemporal. Es una mirada sin luz, sin brillo. Es esa clase de mirada que cuando la ves, ya no la olvidas.

Hay semblantes que pierden energía a cada paso, en cada pestañeo, en cada bocanada al cigarro o en cada trago a una copa bien cargada. Hay semblantes que ensombrecen miradas que han sido plenamente felices y sonrientes.  Hay semblantes que pueden hacerte enmudecer de tristeza y que aplastan cualquier atisbo de energía que puedas proyectar para ayudar.

Es el siniestro juego de la depresión que pilla desprevenido a tanta gente. Ese mal compañero que se cuela en nuestra mente y se apodera de nuestra voluntad y nuestro cuerpo.

Las miradas vacías, semblantes sombríos y actitudes derrotistas son el resultado de un sistema que ha primado el talento más que el esfuerzo y el trabajo en equipo. Es el producto de un modelo de producción que se ha dejado fulminar por el implacable puño del capitalismo. Ese sistema que te expulsa si eres mayor de 45 años, o si dejas de estar tan buena, o si algún día no te apetece sonreír al jefe.

Cambia tu miedo por una sonrisa y exige a ti mismo no dejarte derrotar. No renuncies a ese sentimiento audaz de conservar la esperanza y la sonrisa, mal que les pese a los intoxicador@s de un sistema político y empresarial podrido en este país.

Convierte tu desprecio hacia el poderoso en un plan constructivo para ser mejor que ell@s. Lucha por lo que tienes derecho a ganarte. No renuncies a tu derecho a soñar. No renuncies a tu derecho a luchar por un mundo y sociedad mucho mejor. No te dejes engañar por oportunistas que son iguales que el poder que quieren subvertir.

Busca lo mejor de ti y déjanos verlo.

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